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    La guía definitiva de la costa de Amalfi

    La Costa Amalfitana es muchas cosas: dramática, fragante, cinematográfica. Pero bajo su perfección de postal se esconde algo más tranquilo, más personal. Esta costa no está diseñada para ser explorada con prisas. Su belleza se revela en capas lentas: limoneros ocultos al pie de escaleras, senderos junto a acantilados que terminan en vistas al océano, iglesias de azulejos que brillan justo antes del anochecer.

    A continuación te contamos cómo vivir Amalfi más allá de lo obvio y lo que no debes perderte en el camino.

    Comience temprano en la ciudad de Amalfi

    Empieza el día justo después del amanecer, antes de que lleguen los excursionistas de crucero. La plaza principal de Amalfi está presidida por la imponente Catedral de Sant'Andrea: sube sus escalones rayados y piérdete en las tranquilas calles que hay tras ella. Este es el corazón de una ciudad que aún se siente habitada, llena de papeleros, panaderos y lugareños de paso ágil que se mueven con soltura en el silencio matutino.

    No te apresures. Pide un café en un mostrador de mármol. Escucha el ruido de las entregas. Observa cómo se desarrolla la mañana.

    Visita el Museo del Papel

    Amalfi cuenta con una rica historia como una de las ciudades papeleras más antiguas de Italia. Enclavado en una zona fresca y sombreada de la ciudad se encuentra el Museo della Carta, una antigua fábrica de papel reconvertida en museo. Descubrirás cómo se fabricaba el papel antiguamente con trapos de lino y ruedas de piedra impulsadas por agua de montaña, y por qué las hojas prensadas a mano de Amalfi siguen estando entre las más codiciadas del mundo.

    Es silencioso, texturizado e inesperadamente hermoso.

    Tome la ruta del agua

    Recorrer la carretera costera puede ser pintoresco, pero viajar en barco es la forma más inolvidable de descubrir la Costa Amalfitana. Ya sea alquilando un barco privado de madera o tomando el ferry local, ver los pueblos desde el agua le permitirá sentir la magnitud y la serenidad de la costa.

    Navega de Amalfi a Positano, haciendo paradas para nadar cerca de grutas ocultas o afloramientos rocosos. El mar aquí varía de turquesa a azul intenso, y la forma en que se une a los acantilados es única.

    Visita Ravello para tener una perspectiva, literalmente

    Muy por encima del mar, Ravello ofrece un ritmo más tranquilo. Toma el sinuoso sendero o el autobús local que sube a la montaña y llegarás a un pueblo que se siente aislado del tiempo. Visita Villa Rufolo, con sus jardines en terrazas y balcones panorámicos, y luego pasea hasta Villa Cimbrone y su famosa Terraza del Infinito, donde bustos de mármol dominan el horizonte.

    Aquí todo es más lento. El aire es más fresco. Y, de alguna manera, el silencio forma parte de la arquitectura.

    Come donde el mar se encuentra con el plato

    El almuerzo en la Costa Amalfitana es largo, soleado y sencillo, en el mejor sentido de la palabra. Pregunta qué hay fresco, normalmente pescado a la plancha, anchoas con limón o pasta con flores de calabacín. Muchas de las mejores comidas se encuentran en pequeñas trattorias escondidas en callejuelas o construidas en los acantilados.

    Pide vino local. Acepta el pan. Termina con limoncello.

    Más tarde, el aperitivo no es opcional. Elige un lugar con vistas y pide algo amargo y brillante: un Aperol o un Campari spritz, o un vermú refrescante con hielo. Deja que la hora se alargue.

    Escalar, pasear, perderse

    La Costa Amalfitana no está hecha para horarios rígidos. Muchos de sus mejores momentos llegan sin previo aviso. Encontrarás iglesias con mosaicos centenarios enclavadas en estrechos callejones. Puestos de fruta que venden limones del tamaño de melones. Escaleras que parecen no llevar a ninguna parte, hasta que sí lo hacen.

    Camina. Haz una pausa. Deja que el paisaje reorganice tu ritmo. Esta es una costa que premia la lentitud y la curiosidad.

    Lleva algo a casa que no parezca producido en masa

    Cerámica de Vietri sul Mare, papel artesanal, aceite de oliva prensado en huertos familiares o jabones con aroma a limón de elaboración local: sobran los recuerdos. Pero los mejores te recordarán no lo que viste, sino cómo te sentiste aquí.

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